Sábado, 11 Enero, 2025

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El beso de Judas

Opinión

Cecilia Durán Mena

El beso de Judas se narra en los episodios de la Pasión de Cristo y es el momento previo a que aprendan a Jesús y en el que uno de sus amigos más cercanos —El Iscariote— llega al Huerto de Getsemaní y le da un beso en la mejilla. Ese signo que, en general, es un símbolo de cariño, en esa ocasión fue una señal de traición. Fue la forma en que la multitud con espadas y garrotes pudieron identificar al Nazareno y se concretara el arresto. Desde esos tiempos y hasta la fecha, el beso de Judas es la representación más clara de la perfidia más artera.   

            La traición es un quebranto del lazo de fidelidad, es una falta que se comete cuando no se respetan las promesas, cuando se rompen los acuerdos y en un grado muy amplio, cuando se da esperanza a las personas de que se hará algo y se termina haciendo todo lo contrario. Al ver tantas promesas que se están pronunciado a todos los niveles por cada uno de los aspirantes a puestos de elección popular con tal de ganarse el sufragio, me pregunto cuántos besos de Judas estaremos a punto de recibir.

            Me preocupan lo mismo las promesas de cambios totales —ya las hemos escuchado en tantas otras oportunidades— como las que pretenden hacernos creer que estamos viviendo en un país de maravillas. Se me pone la piel de gallina al ver tantas pancartas con cartas sonrientes que seducen al electorado con tal de ganarse la confianza.

Cuando una persona confía en otra y ésta termina actuando de una manera contraria a la esperada, ya propinó su beso de Judas. Así, nos van untando miel en las orejas y, según sea la audiencia, se pronuncian las palabras que cada cual quiere escuchar. Así van encantando a sus audiencias y van generando fidelidades que llegan a ser más grandes que las lealtades consanguíneas.

No hay nada nuevo bajo el sol. Así ha sido siempre: familias en las que hay conservadores y liberales que llegan a extremos de romper lazos porque son más leales a un caudillo que a su propia sangre. Y, luego sienten ese roce figurado en la mejilla. Les atizan el beso de Judas y la esperanza se les rompe y todo lo que creyeron resultó ser exactamente lo contrario. Se aparece la imagen del discípulo traidor y se recibe el duro revés de ser engañado.

Pasa en México y en todo el mundo: seremos diferentes, nos dicen. Al paso del tiempo resultan más iguales que aquello que se quería cambiar o incluso peores.

En este tipo de traiciones, pasan varias cosas: están los que buscan justificar al traidor y le siguen dando toda su esperanza y apoyo; están los que se desilusionan por la fe otorgada. La traición es dolorosa y la manera de poder superarlas es llevando a cabo una serie de pasos:

Analizar en qué momento y en qué circunstancia se ha producido el engaño.

Asumir la parte de culpa que se pudiera tener, por haber creído.

Tener claro que todas estas acciones no significan que se tenga que producir una fidelidad eterna. Es de sabios cambiar de opinión.

El traidor podrá o no lograr sus cometidos, tener sus intereses y servirse de ellos.  El traicionado ve como aquella persona o institución se pasa al bando contrario y opera de forma unilateral en contra de aquello a lo que se había comprometido.

Para evitar recibir un beso de Judas, hay que pasar por el filtro de la razón. La intuición a veces nos advierte, el cuerpo nos da señales. Se trata de ponerle freno a la obnubilación que nos puede causar la ilusión de alcanzar las promesas que se están pronunciando. Antes del beso de Judas va la prudencia, el análisis, la claridad. Después, lo único que queda es evaluar los daños y concentrarnos en el presente para mejorar el futuro.

Hoy, estamos oyendo tantas promesas que vienen envueltas en sonrisas y arengas. En el fondo, sabemos. Las falsas promesas existen desde los tiempos políticos de la Antigua Roma. El beso de Judas se dio hace más de dos mil años. Sería bueno estar atentos antes de que nos propinen uno.

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