Miércoles, 29 Enero, 2025

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El diálogo con fortaleza social

Opinión

Tomás Bustos Muñoz

Indiscutiblemente que nos comunicamos con otros seres vivos; pero entre los humanos, podemos dialogar y entonces la intercomunicación alcanza la posibilidad de usarla para la realización de valores que, en ocasiones también se utiliza para el disvalor; pero cuando esto último sucede, la comunicación que es un privilegio de los seres vivos, se puede convertir en oportunidad para destruir.

La formación de instituciones es fruto del diálogo que debe mantenerse; porque la realidad está inmersa en un proceso de cambio ineludible. Pero ante esto, surge la posibilidad de empeñarse en la realización de los valores que motivaron la creación de esos instrumentos para aglutinar voluntades y llegar a acuerdos.

El diálogo debe servir para alcanzar una verdad, que, en el contexto humano, se torna objetivo ineludible, pues en la búsqueda de la verdad, encuentra razón de ser del atributo humano de entidad consciente. Empero, el camino para reconocer la utilidad del diálogo para alcanzar valores no es fácil de transitar. En defensa de la verdad han sucumbido grandes personajes, en la historia de la humanidad.

Frecuentemente llegamos a decir que la verdad duele, especialmente cuando no estamos preparados para aceptarla. Empero, la verdad es absolutamente indispensable para mejorar la existencia. La verdad es la madre del orden y a él debemos, incluso, nuestra existencia.

Es necesario que el diálogo con pretensiones de llegar a la verdad sea promovido desde la temprana infancia, para que la aceptemos como explicación de la realidad. Cuando una persona desee la cercanía con otra, debe acudir al dialogo y aceptar el resultado de él para no estropear su existencia. Lo mismo ocurre con la elección de carrera profesional: puede ser que el padre se haya formado una idea de lo que su hijo deberá hacer para asegurarse un lugar en el mercado laboral; pero si su apreciación es equivocada, aunque de buena fe, el resultado de no atenerse a la realidad perjudica a ambos.

El diálogo debe tener como finalidad, encausar la vida social para lograr los fines que se han propuesto en común. La educación debe ser eminentemente dialógica, para que el consenso honre la dignidad. Tanto en la vida social como en la actividad política

Debemos aceptar que la persona, por más que nos agrade, no debe ser considerada nuestra propiedad; por tanto, amarla es responsabilidad nuestra, aún cuando le hayamos colmado de bienes y atenciones. Si creemos firmemente lo contrario, sufriremos y haremos infeliz, al ser amado.

En la interrelación política, debemos respetar la libertad de asociación para evitar conflictos. Tenemos el derecho de argumentar sobre nuestras convicciones y preferencias, pero si no respetamos la decisión de los otros, aceptamos que también seamos castigados por la nuestra y, de esa manera, negamos de inicio el sistema democrático.

Es deber ético ineludible, no colocar en el mercado nuestra preferencia política, pues la simulación es grave falta a la sociedad, que es el hábitat que ha permitido nuestra realización, cualquiera que haya sido el resultado.

Las leyes no deben facilitar las incongruencias en la conducta política; sino favorecer el trabajo de concientización sobre los valores de lealtad a principios, inspirados en los valores fundamentales de verdad, bondad y justicia.

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