Fiscal con raíces en San Luis de la Paz…
Cuando los primeros años de vida de Zucé Anastacia Hernández Martínez, las familias más acomodadas de San Luis de la Paz, inscribían a sus hijos en alguna de las dos instituciones de educación privada que existían en la localidad, así fue como la recién nombrada Fiscal provisional cursó Kinder, primaria y secundaria en el colegio Gonzalo de Tapia. Por entonces había pocos automóviles, el pueblo era chico, casi limitado a lo que hoy es el primer cuadro. Era la década de los sesentas, principios de los setentas, y debido a la renovación del drenaje en las inmediaciones del jardín, incluida la calle Mina donde siempre vivió su familia, el recorrido de los estudiantes incluía transitar por unas tablas habilitadas en la tierra abierta.
Don Evaristo su papá, siempre estuvo relacionado con el trabajo agrícola en un rancho de su propiedad, mientras que doña Jovita, su mamá, era ama de casa. En años posteriores también tuvieron un pequeño negocio céntrico de chocolates Constanzo y galletas Magma, productos entonces considerados de lo más fino. No sólo a “Zucé” le pusieron un nombre poco común, a otra de sus hijas –casada con un ex alcalde- la nombraron “Armonía”.
En ese tiempo, los y las jóvenes al salir del colegio no tenían muchas opciones para su esparcimiento, pero en la calle Hidalgo, esquina con el jardín, estaba el café de Mara, una señorita que hacia sabrosos pasteles, ahí departían los estudiantes y en una rocola escuchaban música de los artistas del momento como Los Terrícolas, grupo Indio, Leo Dan, Sabú. Otro lugar era El Patio, localizado donde ahora se encuentran las conocidas gelatinas de “don Nico”. Personas de esa generación, con un matiz de añoranza, aseguran que entonces “todo era muy sano”.
Quienes egresaban del Gonzalo de Tapia, para cursar alguna carrera solo tenían como opción emigrar, o inscribirse en la Escuela Normal Primaria “San Luís Rey” ubicada a un costado de la parroquia, que en esa época fue el principal semillero de docentes que luego se dispersaban en las incipientes escuelas de la serranía. Se comprende entonces porque la ahora Fiscal salió a estudiar su licenciatura en derecho a la vecina capital de San Luis Potosí.
Si bien su vida familiar personal ya luego la construyó más hacia el sur del estado, en San Luis de la Paz está la raíz desde donde emprendió su camino profesional quien luego de más de tres décadas de vivirse en los pasillos de la Procuraduría General del Estado y luego en la Fiscalía, ahora tiene la delicada encomienda de encabezar la institución. Habrá que ver si el término “provisional” es real, o ya es la elegida para quedarse definitivamente y solo se trata de allanar con esa definición la retirada de Carlos Zamarripa, quien en un enfermizo video auto adulatorio ya amagó con que se va pero sin irse.
Zucé Anastacia Hernández, al provenir del equipo del desprestigiado y arrogante fiscal, da pie a desear que haya sido elegida por sus cualidades profesionales y no únicamente para maquillar la permanencia de las mismas redes de Zamarripa. Aunque por otra parte, ya de entrada asoma en esta mujer ludovicense un rasgo de valentía al aceptar el cargo, luego de que en 2018, siendo ella subprocuradora en una región donde Guanajuato colinda con Michoacán, uno de sus hijos fue ultimado presuntamente por la delincuencia.
De ministerial a jefe de policía…
El anterior ayuntamiento de San Luís de la Paz, que encabezó Luis Gerardo Sánchez, por extrañas y sospechosas razones nunca asumió con seriedad el combate a la delincuencia, esto desde su primer trienio donde en ningún momento se observó que retrocediera la espiral de violencia que envuelve desde hace mucho a este estratégico municipio; al iniciar su segundo periodo todavía se confirmó aún más esa postura displicente, pues a pesar de la gravedad de la problemática no apostó a cambios radicales en los mandos, y aunque frecuentemente se refería a la vulnerabilidad de la policía local, no buscó perfiles externos y en 2021 otra vez nombró como director a un elemento oriundo de la ciudad y proveniente de la propia corporación. A la postre, las lamentables consecuencias de esa decisión quedarían de manifiesto en la impunidad con la que la delincuencia operó.
En esta materia, el alcalde entrante Rubén Urías Ruiz, optó por una vía que no ha sido lo más común en la zona: de las filas de la policía ministerial reclutó a su paisano Jairo Damián Alvarez Durán, y lo nombró Comisario de Seguridad Pública. Se trata de un elemento relativamente joven, que hace algunos años también se había desempeñado como policía municipal pero luego se incorporó a la instancia estatal.
Si bien Urías Ruiz al recurrir a un elemento formado en la fiscalía da un giro a lo que se venía acostumbrando para encontrar al director de seguridad, los elementos ministeriales -a pesar de la remozada imagen que han experimentado en los últimos sexenios- en la región noreste no tienen buena fama, pues en la percepción social sigue enraizada la idea (seguido alimentada por hechos concretos) de que en ese cuerpo no se han extirpado muchos de los vicios, corrupción y excesos de aquellos “judiciales” de antaño ataviados con botines, cadena al cuello y lentes oscuros Ray Ban. Aunque solo el tiempo mostrará si este comisario Álvarez Durán cabe dentro de esa definición, o sorprende a sus paisanos sirviendo con rectitud al bienestar de la comunidad.
Por lo pronto ya recibió una primera sacudida con la masacre de mediados de diciembre en un bar de cabecera, suceso que conmociono pues entre las victimas estuvieron personas del pueblo, como el hijo del dueño de otra cantina muy popular donde el año pasado se suscitó un altercado que cobró la vida de una persona.
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