La congruencia del presidente
La congruencia es una virtud escasa en nuestros tiempos, sobre todo cuando hablamos de personas que se dedican a la política. No obstante, es una característica deseable. Nos gusta que las palabras se conviertan en hechos; que si nos dicen algo, se cumpla y que las promesas tengan peso y no se las lleve el viento. Lo malo empieza con la toma de decisiones, cuando un político elige ser congruente en ciertos momentos para demostrar su virtuosismo y lleva las cosas al extremo. Para muestra, está el botón de lo sucedido en Chiapas, con el presidente López Obrador.
Resulta que cuando el mandatario iba rumbo a su mañanera que se llevaría a cabo en la base de la sección Séptima de la Región Militar, un contingente de doscientas personas entre las que había maestros, estudiantes normalistas y personal médico, bloquearon el vehículo en e que viajaba López Obrador. Ahí se quedó por dos horas, esperando a que se fueran, en el interior de su auto.
Hay quienes dicen que aguantó pacientemente, las imágenes dejan ver otra cosa. En unas se le ve enfadado, en otras aburrido y a algunas en las que se le ve asustado. En todas, vemos a un hombre atrapado. No es cualquier persona, se trata del titular del Poder Ejecutivo, que estaba en una situación de peligro. Para quitarse los nervios, decidió hacer uso de la tecnología y dar su conferencia diaria en forma virtual.
El presidente fue ingenioso, reemplazó las preguntas y respuestas diarias por un video grabado desde el automóvil en la que dijo que, aunque son pocos y podría avanzar él también se mantiene detenido en señal de protesta ante lo que considera una falta de respeto. En el video, López Obrador dijo que se quedaría ahí el tiempo que fuera necesario y que no aceptaría el chantaje de los maestros. No los mandó quitar, lo hubo un operativo para sacar de ahí al presidente. Hubo un sometimiento a la manifestación.
Así, en vivo y a todo color, escuchó las protestas: “Usted nos prometió en una de sus conferencias que tendríamos seguridad laboral y a la fecha nada se ha cumplido; “Antes decía que todo cambiaría, pero mentira, mentira, es la misma porquería”. En medio de la gritería, los colaboradores del mandatario, todos ellos daban la impresión de ser personal civil, se mantenían junto a los vidrios del vehículo para impedir cualquier agresión. Fue una situación dura, incluso le dejaron un recadito rayado en la camioneta en la que viajaba el presidente: “AMLO represor”.
Lo curioso es que este acto de congruencia del presidente se da por protestas que hace la gente por su falta de congruencia. En este sinsentido, vemos al presidente mandando un mensaje a quienes lo esperaban para acompañarlo en su mañanera, atrapado en el asiento de un vehículo, enganchado al cinturón de seguridad, con la postura algo jorobada. No es la forma en la que queremos ver al presidente de la República.
Tampoco me parece que esos actos de congruencia sean necesarios. La seguridad del presidente lo debió de sacar de esa situación de peligro más allá de lo que les dijera López Obrador. Más aún, es obligación de sus cuerpos de seguridad planear rutas que lo mantengan bien resguardado, libre de peligros y en posibilidades de llevar a cabo su agenda. ¿Quién y por qué se equivocó tan garrafalmente? Ver la vulnerabilidad que tiene el mandatario nos lleva a sentir la piel de gallina.
Por otro lado, no es esa la congruencia que queremos ver del presidente de la República. Más que actos peligrosos o juegos de retórica de pacotilla, nos gustaría ver promesas cumplidas, compromisos hechos verdad, rectificaciones del camino, menos golpes de autoridad y más soluciones. La pobreza crece, la inflación aumenta, la gente se siente agobiada y el presidente nos deja ver su imagen atrapada entre las voces del pueblo bueno que hacen reclamos. Pero, aquellos a los que López Obrador denominó voces sabias, hoy son vistas como chantajistas. No es lo mismo ver los toros desde la barrera, ni estar en medio de una participación como el que protesta y no como quien debe escuchar las protestas.
No fue agradable ver en esa condición al señor presidente. No fue necesario. Ojalá, jamás lo volvamos a ver así, atrapado por la multitud y por sus propios dichos. Así es como al él le gusta desplegar su congruencia.