Sábado, 11 Enero, 2025

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No fue una gripita

Opinión

Cecilia Durán Mena - Las ventanas

Pedir paciencia a alguien que está desesperado es un sinsentido. El despropósito de hace más grande cuando le pides a la población mundial que sea prudente después de haber estado encerrada, de tanta pérdida, de tanto sacrificio. Es casi una insolencia. No obstante, hay que insistir. El premio será el destierro de este virus que ha postrado a la Humanidad. Claro, ser la voz que insiste en lo que nadie quiere escuchar es una labor complicada: quedas mal con todo el mundo, nadie te hace caso y terminas como el aguafiestas o como el mezquino que advirtió el mal augurio. Bueno, ni hablar, alguien tiene que decirlo: Ómicron no es una gripita.

Dicen los virólogos que esta cepa es una variante que nos anticipa el fin de la pandemia. Parece que estamos atestiguando los estertores del Covid-19. No obstante, algunos moribundos antes de fallecer, tienen una pequeña recuperación, una ventana de lucidez —que muchos confunden con un indicio de recuperación— y luego perecen. Algunos aprovechan esa oportunidad para despedirse y otros terminan haciendo un reguero que sus deudos tienen que componer.

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En esta condición, si Covid-19 está muriendo, no debemos permitir que en sus últimos estertores nos haga más daño del que ya ha ido haciendo. Lo cierto es que esta variante tiene sus peculiaridades: es altamente contagiosa y parece que los síntomas no son tan violentos como los de las otras cepas. Eso no quiere decir que enfermarse sea una buena noticia ni algo menor. Mientas existan personas infectadas, el virus sigue activo y puede seguir mutando.

Pero, nos ganan las urgencias por dar un abrazo, por saludar de mano, por quitarnos el cubrebocas, por salir a convivir con nuestros seres queridos, por compartir con los amigos. Las consecuencias son evidentes: el número de contagiados se está elevando a cifras alarmantes y la alarma no viene por la letalidad que se muestra sino porque Covid-19 sigue activo. El virus sigue haciendo daño.

En este torbellino en el que convivimos los imprudentes, los antivacunas, los descuidados, los que se creen invensibles, el virus muta alegremente y se niega a morir. Seguimos cometiendo los errores que nos llevaron al llanto y la desesperación del año pasado. Por supuesto, la situación a mejorado porque muchos hemos tenido la fortuna de tener un esquema completo de vacunación. Pero el problema sigue activo.

Dice mi padre que tropezarse con una piedra no es reprochable, a todos nos pasa. Pero, tropezarse dos veces con la misma piedra es grave, porque las piedras ruedan hacia abajo y si nos dimos de tumbos una vez más, de igual forma es que en vez de ir subiendo, vamos para abajo. ¿Cuántos reincidentes conocemos?

Por supuesto, el tropezador más ilustre habita en Palacio Nacional y está confinado por haber dado positivo a covid-19. No fue una gripita, como lo dijo desde el púlpito presidencial, Andrés Manuel López Obrador y ya lo tienen confinado. Es la segunda vez que se infecta y no sorprende enterarse, el presidente no se cuida. Nos dijo que era un covidsito, con diminutivo como si se tratara de algo nimio y no lo es.

Ni lo es por las consecuencias que tiene en las personas, pues no hay garantías de que a todos les vaya a dar una enfermedad leve; ni lo es por las consecuencias pandémicas. Si no nos cuidamos, jamás lograremos salir de este periodo y lo que queremos es salir de él.

Ya estamos al final del túnel, nos dicen. Y, llamar a la mesura, al cuidado, a la precaución puede parecer demasiado, pero no es momento de bajar las manos. Es tiempo de cuidarnos,; no, no es una gripita, sigue siendo Covid-19 y la cepa Omicron es muy contagiosa

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