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Gente rara la que trata bien a las niñas y niños

Sí, estadísticamente hablando hoy es rara la gente que practica el buen trato de manera consistente en la crianza, así lo dejé escrito con un cúmulo de evidencia en el libro de mi autoría “Cero golpes”. Y al ser rara estadísticamente, también lo es en término peyorativo para la gente que, aún apuesta a los métodos autoritarios, la cual es mayoría estadísticamente hablando.

Típico que cuando en vía pública una niña o un niño hace un berrinche (término despectivo en una cultura adultocéntrica) o se desregula emocionalmente (término utilizado de manera descriptiva, sin juicio de valor) las y los adultos testigos están esperando una respuesta ruda por parte de quien cuida. Cuando esta persona opta por la comprensión, empatía, conexión y regulación emocional, corre el riesgo de ganarse una crítica de quienes lo observan: “Madres complacientes que crían cuervos con sus formas modernas de educar”, “Con una buena nalgada se hubiera arreglado ese mal comportamiento”, “Estos padres blanditos, por eso están como están los niños de hoy” …

Y justo en estos tiempos en que los Estados de la República Mexicana y el propio Senado están trabajando en la prohibición del castigo corporal y humillante, la polémica se enciende, y una mayoría avasalladora se queja porque el Poder Legislativo le está quitando la posibilidad de lastimar a sus hijas e hijos; “Una cosa es una nalgada y otra es una tortura”, suelen decir, ante la imposibilidad de ver que ambas cosas pertenecen a la misma categoría, la del maltrato, la de la violencia, y que lo que varía sólo es la intensidad de la acción.

Vivimos una época de altos niveles de naturalización de la violencia. De ahí la importancia de seguir difundiendo información acerca de sus causas, consecuencias, tipos y manifestaciones. Una época donde aún es necesario explicar por qué no debemos pegarle ni poquito ni mucho a las niñas y niños. Porque los tiempos lo exigen, dejo diez razones por las que no debemos pegarle a las niñas y niños, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia.

1. No debemos pegarles porque son personas. Y hace mucho tiempo que acordamos que a las personas se les debe respetar.

2. No debemos pegarles porque les duele. Y la función del cuidador o cuidadora es la de generar sensaciones de seguridad no de dolor. Nos toca ser humanos, compasivos, cálidos, sensibles, no crueles, despóticos, fríos, abusivos.

3. No debemos pegarles porque los confunde y atemoriza. Y un cerebro atemorizado reaccionará de manera disruptiva, defensiva, iracunda o congelada, con tal de sobrevivir al golpe. Un cerebro confundido genera comportamientos desorganizados. O sea, que los castigos físicos empeoran el comportamiento (aunque de momento lo inhiban).

4. No debemos pegarles porque comprometemos su salud física y mental. De esto existe mucha evidencia científica en las últimas décadas. El castigo corporal y humillante afecta la esfera emocional, cognitiva, social, perjudica la autoimagen, el autoconcepto, potencia la ansiedad, la depresión… Lo afecta todo.

5. No debemos pegarles porque despertamos sentimientos que las y los puede intoxicar: rencor, resentimiento, odio, rabia, terror…

6. No debemos pegarles porque nunca lo olvidarán. El golpe ocurre en unos segundos, pero dura toda la vida.

7. No debemos pegarles porque las y los alejamos de nosotros. Esto explica en buena medida porqué algunas y algunos adolescentes ante sus problemas, presiones o dificultades no acuden a sus padres o madres, porqué algunas personas se quedan solas en su vejez.

8. No debemos pegarles porque les damos mal ejemplo. “El que pega para enseñar, sólo enseña a pegar”, dice el refrán. Por eso existen muchas personas que tienden a resolver sus conflictos a través de la violencia, pues desde muy pequeñas quedó anidado en el fondo de su cerebro el abuso de la fuerza como método para la resolución de conflictos.

9. No debemos pegarles porque perpetuamos la violencia. Y entre más se perpetúa la violencia, más crece. Lo cual hace imposible la convivencia, la vida en sociedad.

10. No debemos pegarles porque es un abuso de poder, una violación a sus derechos, por lo tanto, prácticamente un delito en los países como México que ratificaron la Convención sobre los Derechos del Niño.

El cuerpo humano es para honrarlo no para lastimarlo. A tus hijas e hijos abrázalos, no les pegues.

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