Septiembre 19, la voz de la tierra

Con este amanecer llegamos al 36 aniversario del sismo del 85 que sacudió terriblemente a México, principalmente a la capital del país. Hoy mismo estamos expectantes de una posible onda telúrica, que rememore este día como el predestinado de las desgracias sísmicas, ya registradas en un 19 de septiembre de los años 1985 y 2017.

Hoy, la incertidumbre crece por los diversos temblores que se han registrado en el Pacífico y que se resintieron con fuerte alarma en estados como Guerrero, Oaxaca y la Ciudad de México, siendo el más significativo el del pasado día 7, que en el pasado reciente anunciara la llegada del terremoto del martes trágico aquel 19 de septiembre de 2017. Así las cosas y con el referente histórico de la fecha mencionada, los temores y las alertas están fijas en este día, bajo la amenaza fantasmal de un temblor de magnitudes apocalípticas.

La estela de pánico crece y ensombrece más este día, por los acontecimientos sísmicos registrados en nuestro estado, siendo que la zona geográfica en que nos encontramos ubicados no era considerada de riesgo telúrico. Ahora, Guanajuato cuenta con un epicentro sísmico en San Felipe y una secuela de temblores que han llegado a registrar cinco sismos de hasta 4.6 grados y múltiples réplicas menores que han sembrado temor en la sociedad estatal por carecer de un sistema de prevención adecuado.

Por la coincidencia de los terremotos en este día, los mitos y leyendas urbanas han colocado a septiembre y específicamente el día 19, como la fecha de la maldición sísmica y aunque la ciencia se cansa de calificar esto como falso, no ha podido tampoco ofrecer una explicación que satisfaga las dudas del por qué en septiembre los temblores son más intensos y por qué el día 19 registra los más destructores. México se encuentra en una de las zonas de mayor actividad sísmica del mundo por la confluencia de cinco placas tectónicas, pero la ciencia arguye simples coincidencias al por qué de los sismos en septiembre.

Bajo el contexto de un año sujeto a la fenomenología apocalíptica, es posible que hoy ocurra algo verdaderamente extraordinario, por los antecedentes del temblor del pasado día 7 y las estelas multicolores que iluminaron el cielo cual “señal de algo” que junto con el virus pandémico atente contra la humanidad. Cosa similar se espera en el imaginario incierto de Guanajuato, pues los temblores, nunca antes sentidos, parecieran preludio de un evento de alta significancia y del inicio de una época nueva para nuestra vida social.

En sí, la ciencia se ve limitada por el conocimiento de las causales de un fenómeno y la posibilidad de predecirlo con base en ello, pues hasta ahora ni los países de mayor adelanto tecnológico como Estados Unidos o Japón pueden predecir un sismo, incluso la aparición de los resplandores luminosos durante el terremoto pasado los atribuyen a simples liberaciones de energía por fricción rocosa pero los reducen a no más del 5% de los sismos, lo que enmarca estos hechos en un mayor misterio existencial.

Al por qué de los temblores en septiembre y sus traslaciones a la mitología urbana de la maldición de este mes, bien se le podría aderezar con una visión escatológica o lectura de la determinación espiritual de los últimos tiempos, ya que septiembre proviene de “septum” o siete que en la numeralia bíblica está muy relacionado con el séptimo sello, la séptima trompeta del apocalipsis y el séptimo ángel que arroja brazas de incienso que provocan truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto, relacionando a septiembre con el reenfoque espiritual de energía.

En fin que más allá de las creencias que este mes nos pueda representar, nadie le quita el valor temporal en que la tierra se deja escuchar, en que la naturaleza nos habla y convoca a reflexionar sobre la vida y el riesgo de la extinción por la presencia de un sismo.

La voz divina, en los signos de los tiempos, nos convoca a buscar nuestra realización en el bien de la sociedad.