Viernes, 29 Noviembre, 2024

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Informes: del chavo ruco, al aprendiz de cacique…

Opinión

Eliazar Velázquez Benavídez

El sociólogo y trovador serrano Vincent Velázquez Flores, en días recientes captó unas oportunas imágenes en las afueras de la presidencia municipal de San José Iturbide (con las que se ilustra este Divisadero) las cuales, con mucha precisión, simbolizan lo artificial, efímero e intrascendente de algunos rituales del poder en la región noreste, como los informes de gobierno que durante este mes se realizan; por su formato actual sólo sirven para el solaz de los clanes políticos de cada poblado; para que se regodeen entre ellos, alimenten sus vanidades; y para que el alcalde o alcaldesa en turno enumere, al modo de un rosario, cuántas calles ha pavimentado, en dónde ha repartido tinacos, láminas, cemento, cuántas despensas ha entregado -cual abarrotero que hace el inventario anual de sus egresos-. Las gráficas, del también bailador huapanguero, captan el momento en el que un grupo de trabajadores retiran un anuncio de la mandataria Cindy Arvizu Hernández, con el que promocionaba su segundo informe.

No hay una sola rendición de cuentas en esta región de Guanajuato donde se pueda escuchar un análisis serio y juicioso de la realidad, un ejercicio de autocrítica o una ruptura con los gastados lenguajes cortesanos. El más o menos reciente acceso a la tecnología, como el uso de pantallas y proyecciones audiovisuales, sólo es utilizado para inmortalizar al gobernante entregando alguna cobija a los ancianos, posando afuera de una casa pobre, o cortando el listón de unos cuantos metros de asfalto.

A estas alturas, la utilidad de esas comparecencias está situada en mayor medida en el ámbito de los símbolos, con los que el poder civil refuerza periódicamente en el imaginario colectivo la noción del  respeto a las instituciones y a las figuras de autoridad.  Al carecer esos eventos de honestidad, de sustancia y fondo, en nada enriquecen el debate público, que sería lo deseable, pues ese corte de caja cada doce meses, si tuviera otras características, podría ser un detonador cíclico de reflexión y participación social en los asuntos públicos.

Pero así como son ahora los informes de soporíferos, predecibles, reiterativos, sin flow –como dirán los raperos-, al único público que acercan es al que está obligado a asistir:  empleados, delegados auxiliares, beneficiarios de algún programa; en ocasiones también se asoman “grillos” de grupos opositores buscando prietitos  en el arroz y los que  nunca  faltan: pueblerinos que se la viven olfateando en donde hay refrescos y carnitas gratis.

Los números arrojan que los ocho municipios del noreste tienen en su totalidad 184 mil 523 habitantes; luego del proceso electoral del 2021, según la filiación partidista de cada uno de los alcaldes y alcaldesas, el PAN gobierna el 50.99 % de la población, PRI 28.12 %, Morena 14.84 %, PRD 6.04 %.

Sin embargo, esa supuesta diversidad sólo existe en el mundo de las apariencias, porque   en todos y todas, hay un evidente alineamiento político (en algunos casos casi servil) sin asomo de cuestionamientos, con el gobierno estatal y una relación de conveniencia presupuestal con el federal. En el último lustro -por los que se religieron- o en los que llevan dos años, se pueden rastrear sus posturas públicas y no se encontrará ningún frente de debate con el gobernador Diego Sinhué Rodríguez o con los titulares de las diversas secretarías. Ninguno de los hombres o mujeres mandatarios del noreste han mostrado talante y altura para asumirse como  líderes genuinos de su comunidad. 

 Entre alcaldes y alcaldesas, aunque provienen de cuatro partidos distintos, no se observan diferencias ideológicas esenciales, ninguno se forjó en movimiento sociales que los pusieran a prueba y les dotaran de  un pensamiento político sólido y una hechura  ética surgida del pulso de la calle, del sentido de justicia y de las utopías colectivas. 

Lo único que los distingue son ciertos matices de forma, por mencionar: Luis Gerardo Sánchez (PRI, San Luis de la Paz) es  el retrato perfecto de un “chavo ruco” que tiene enquistado el gen priista del político cínico, retórico, que además recurre al marketing político aunque con modos seguido grotescos y burdos. El caso de Cindy Arvizu Hernández (PAN, San José Iturbide), es un fiel ejemplo de la gobernanza que centra su apuesta en la mercadotecnia, aunque en su caso con estilos que aspiran ser más refinados y cools; Juan Diego Ramírez  (PAN Victoria) es uno de esos noveles panistas que exhiben  las limitaciones de que ese partido de derecha forme sus nuevos cuadros como quien cultiva plantas artificiales en ambientes controlados; el caso de Sonia García Toscano (PAN, Santa Catarina) es muestra viva de que las enfermedades y excesos del poder no tienen género; Edgar Javier Reséndiz Jacobo (Morena, Doctor Mora) es la prueba fehaciente de que sintonizar “La Mañanera”, tener en la recámara un peluche de AMLO o calarse un chaleco rojo marrón, no te  convierte a la izquierda, ni hace girar la realidad hacia derroteros progresistas; por su parte Francisco Orozco Martínez (PRD Xichú), es la trágica obstinación de perpetuar en pleno siglo XXI, los usos y costumbres de los más antediluvianos caciques, esos carentes de cualquier  horizonte intelectual , que tanto ha padecido esa zona.

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