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Nuestras mujeres

Opinión

Nuestras mujeres

‘Las muertas de Juárez’ son un fenómeno que marcó la historia de este país por su magnitud, nunca antes vista, y su alcance mediático. ¿Estamos cerca de un escenario semejante en el estado de Guanajuato?

“¿Tienen la esperanza de encontrarla con vida?”, fue la pregunta que lanzó el pasado viernes una reportera a familiares de Yoselin Daniela Zamorano. “La verdad, no”, respondió la tía de la joven de 20 años, desaparecida el 7 de marzo. Frente a la presidencia de Celaya, sostenía a la altura del pecho un cartel con el mensaje: “Por mis mujeres, por las que ya no están, y por las que están en silencio”.

“Nos enteramos por redes sociales, no por la Fiscalía”, explicó la mujer, porque las verdades que van de boca en boca vuelan más rápido que las verdades oficiales, porque antes de la rueda de prensa encabezada por el fiscal Carlos Zamarripa, ya sabía que no volvería a ver a Yoselin. Recuperar el cuerpo es su único consuelo.

¿Cuántas veces más se repetirá la historia?

Algunas de ellas

Paulina Berenice, Mariana, Yoseline Daniela, Sandra Daniela, Gabriela y Rosa María. Sus nombres y rostros circularon por doquier desde que no se supo de ellas. Estaban juntas, y juntas enfrentaron un trágico final.

“Fueron privadas de la vida algunas de ellas”, declaró Zamarripa el jueves sobre las desaparecidas en Celaya, rodeado de cámaras y micrófonos al salir de su comparecencia en el Congreso local.

“Tenemos muy claro que las circunstancias por las cuales ellas fueron, estimamos, privadas de su libertad inicialmente y después, por lo menos algunas de ellas privadas de la vida, es un hecho muy grave que desde luego tenemos que llegar hasta las últimas consecuencias”, dijo el fiscal. Que es grave es una obviedad; “llegar hasta las últimas consecuencias”, una fórmula, un lugar común. La jerga para “no entorpecer las investigaciones” (otro cliché), arroja siempre más dudas que respuestas.

Pongámonos un momento en los zapatos de las seis familias que por más de una semana esperaban noticias, y albergaron la esperanza de que su hija, hermana, madre, sobrina, no se encontrara entre ese “algunas”.

Cabe preguntarse dónde queda la elocuencia del fiscal que el año pasado en su informe hablaba de “los señalamientos malsanos” que “se depositan en las entrañas memorísticas del eterno olvido”. Aunque no podemos comparar un discurso preparado con antelación, y una entrevista improvisada, sí debemos tomar en cuenta que la pregunta respecto al paradero de las seis mujeres era obligada al tratarse de un tema que trascendió a nivel nacional.

Claro, son muchos los nombres y caras en las fichas del Protocolo Alba, imposible memorizarlos todos. Parece imposible también evitar que cada día se añadan más a la lista.

 

Juárez, pesadilla y realidad

El pasado 28 de enero, los cadáveres degollados de tres mujeres fueron encontrados en una casa de la calle Hacienda el Encanto, en Ciudad Juárez. Por su crudeza, el crimen reavivó el recuerdo siempre latente de sus ‘muertas’. De acuerdo con Beatriz Guillén de ‘El País’, “desde que hay registros, en esta ciudad de 1.5 millones de habitantes son más de 2 mil 400 mujeres asesinadas y más de 300 desaparecidas”.

Redes de trata, un presunto asesino serial, feminicidas que imitaron el modus operandi de los primeros crímenes que sacudieron la localidad en la década de 1990, generaron una enredadera de líneas de investigación que dificultó llegar al fondo de la crisis y propició la impunidad.

‘Las muertas de Juárez’ son un fenómeno que marcó la historia de este país por su magnitud, nunca antes vista, y su alcance mediático.

En abril de 2022, el caso de Debanhi Escobar de 18 años se viralizó y centró la atención en la desaparición de mujeres en Nuevo León. Durante la búsqueda de Debanhi trascendió que se desconocía el paradero de al menos otra decena de jóvenes.

La trata de personas fue una de las hipótesis más fuertes, al menos entre la opinión pública, ya que las versiones oficiales siempre apuntan al caso aislado, el accidente o hasta el suicidio.

¿Estamos cerca de un escenario semejante? En Guanajuato, a la desaparición y muerte de Paulina Berenice, Mariana, Yoseline Daniela, Sandra Daniela, Gabriela y Rosa María, se suman los feminicidios de Claudia Alejandra, Abril, Ángela y Claudia, así como la muerte de dos mujeres en la masacre ocurrida hace una semana en el bar ‘El Estadio’ de Apaseo el Grande.

No basta la muerte

“A los hombres también nos matan”, leemos y escuchamos con frecuencia cuando se critica las marchas feministas. Las propias autoridades lo enfatizan, tal como hizo Hugo Ricárdez Godoy, coordinador de Derechos Humanos en Celaya, al recalcar que de las personas desaparecidas en el municipio sólo el 10% son mujeres.

Minimizar y no ver más allá de las cifras, se suma a la negación de la crisis que hoy enfrenta Guanajuato.

Aquellas que son asesinadas por su pareja son revictimizadas y hasta se les responsabiliza en cierto grado. Aquellas que mueren a manos de grupos delincuenciales son criminalizadas de inmediato.

No bastan la tortura y la crueldad, a la violencia contra las mujeres se agregan la impunidad y el olvido.

“Por mis mujeres, por las que ya no están, y por las que están en silencio”, son palabras escritas en una cartulina que deberían convertirse en una lucha de las autoridades, no sólo de las familias que enfrentan un dolor indescriptible.

 

LO SUPERFLUO: Guanajuato fue otra vez tendencia en Twitter y todo el país está pendiente de lo que ocurre en el estado.

LO PROFUNDO: Es lógico preguntarse, dentro de la entidad, si el tema genera la misma preocupación, si se está haciendo algo al respecto.

JRP

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