Principios para la atención de niñas, niños y adolescentes
El acceso a una vida libre de violencia queda plasmado en el artículo 5, inciso XIII de la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
Cuando dicho derecho queda vulnerado, es responsabilidad de los sistemas de protección entrar en acción para que se resguarde su integridad personal a fin de lograr las mejores condiciones de bienestar y el libre desarrollo de su personalidad. Así queda estipulado en el artículo 46 de la mencionada ley.
Eso significa que en ocasiones la medida de protección será la de separarlo de sus padres, madres o cuidadores maltratadores y llevarles a una familia de acogida o a una casa hogar (también llamada institución residencial).
En este tipo de intervenciones resulta fundamental tomar en cuenta cuatro principios que propuse tiempo atrás para una guía de intervención de acogimiento familiar con adolescentes víctimas de violencia (y que también aplica con niñas y niños en cuidado alternativo residencial, no sólo en acogimiento familiar).
Primero: principio de no medicalización. No se debe medicar a las niñas, niños o adolescentes para controlar su comportamiento. La utilización de la medicación o drogas deberá responder a otros fines que los de establecer orden y disciplina.
De acuerdo con organismos internacionales como UNICEF y RELAF, sólo deberá proporcionarse medicación bajo prescripción médica y basándose dicha prescripción en necesidades terapéuticas, debidamente diagnosticadas y tratadas.
No perdamos de vista que cuando la medicalización se traduce en un aumento de consumo de psicofármacos en niñas, niños y adolescentes, se corre el riesgo de dejar en la sombra u ocultas las causas del comportamiento de una o un menor de edad que puede estar sufriendo las consecuencias del abuso, traducido en comportamientos desorganizados o inadecuados, o en otro tipo de problemas: de aprendizaje, de concentración, de atención, etcétera.
Segundo: principio de no patologización. Consiste en evitar la interpretación psicopatológica de comportamientos que simplemente son propios de la niñez o adolescencia (en ocasiones en combinación con los efectos del abuso vivido). No se trata de ver como enferma a la niña, niño o adolescente cuando manifiesta comportamientos desorganizados o inadecuados, sino de entender qué malestar o sufrimiento está denunciando con sus síntoma o malestares. Se trata de entender la conducta como un lenguaje que quiere comunicar una inquietud que requiere del apoyo del adulto para superarla.
Tercero: principio de no estigmatización. Se deberán tomar todas las medidas pertinentes para prevenir que las niñas, niños o adolescentes en cuidados alternativos (acogimiento familiar o residencial) sean estigmatizados por encontrarse en dicha situación, evitando principalmente que sean identificados como “los niños de la casa hogar”, “los adolescentes sin padres”, etcétera.
Cuarto: principio de no adultocentrismo. De acuerdo con el UNICEF, ubicarse como adulto en una posición de superioridad respecto a las niñas, niños y adolescentes; considerarlos seres inacabados, en preparación para ser adultos y que, cuando lleguen a la adultez, podrán integrarse plenamente a la sociedad y ser respetados; así como considerar a los adultos como modelo ideal de persona y a las niñas, niños y adolescentes todavía como seres que no están preparados, por lo que aún no tienen valor, se llama adultocentrismo, y esto caldo de cultivo para la violencia en las prácticas de disciplina y convivencia entre los adultos y las niñas, niños y adolescentes. De ahí la importancia de hacerlo a un lado y reconocer la igualdad de derechos, tratarles como las personas que ya son y no por lo que serán.
Ahora que, si lo pensamos bien, los cuatro principios antes expuestos no han de ser considerados solamente para el acompañamiento de este sector de la población infantil y adolescente, sino para todas las y los menores de edad, pues hoy la medicalización, psicopatologización, estigmatización y el adultocentrismo son algunos de los principales lentes con los que se les ve a las niñas, niños y adolescentes en general. Urge quitárnoslos y ponernos otros, los del respeto a su dignidad y a sus derechos humanos.