Promotor de los buenos tratos
Hace más de 20 años me licencié en Psicología por la Universidad de Guanajuato. Después de egresar, en 1997 comencé a laborar en Amigo Daniel, A.C., un Centro de Asistencia Social donde se atienden a niñas y niños menores de seis años en situación de maltrato. Comencé laborando tres días a la semana por tres horas cada día, después tiempo completo. Así durante casi 13 años, los últimos como directivo.
Se trató de una gran oportunidad para incidir en organismos gubernamentales municipales y estatales para hacer sinergia a favor de la niñez, así como para coadyuvar con organizaciones de la sociedad civil a través de la Red Local y de la Red Estatal de Organizamos a Favor de la Infancia.
Hoy continúo trabajando proporcionando capacitación y profesionalización a los equipos de instituciones públicas y privadas que trabajan en la prevención, atención y protección de niñas, niños y adolescentes en situación de maltrato y de los privados de cuidados parentales que viven en instituciones residenciales, así como incidiendo en las leyes y políticas públicas.
El paso por aquel Centro de Asistencia Social me permitió ver el potencial que los seres humanos tenemos para la destrucción, para la violencia contra los de su misma especie, aun siendo estos sus hijos e hijas. Estar ahí generó una conmoción al constatar que quienes más maltratan a las niñas y niños, son sus propios progenitores, esos de quienes se espera amor fundamental y respeto incondicional.
Recuerdo que al convertirme en padre y tener a mi bebé entre mis manos, no dejaba de pensar en aquellos otros que no tenían los buenos tratos garantizados. Un día me puse a escribir esas manifestaciones de violencia padecidas por las niñas y niños del Centro de Asistencia Social que me lastimaban el alma, como un ejercicio de catarsis. Días después, al releerlo, decidí estructurarlo, profundizarlo y hacer con esos renglones un documento que denunciara esta realidad y sensibilizara a autoridades y a la sociedad misma.
Era el cuarto o quinto año de mi trabajo profesional con esta población infantil cuando comenzó a rondarme la idea de hacer algo que llegara a más gente, que sirviera de guía a muchos y no solo a unos cuantos.
Primeramente, escribí en un diario de circulación local, después en uno de circulación estatal, y de ahí comenzaron a llamarme otros medios de comunicación para una aportación constante a favor de la niñez, actividad que mantiene hasta hoy.
Comprender que cada interacción positiva que le damos a una niña o niño que ha sido maltratado, a pesar de sus sufrimientos, se queda en su corazón, y que al crecer éste, compara y decide optar por relaciones interpersonales respetuosas y sanas, se convirtió en mi motor para la promoción del buen trato.
¿Qué más hacer?, me pregunté años después ya fuera del Centro de Asistencia Social, ahora laborando como un consultor independiente. “Un libro”, fue mi respuesta gracias a la sugerencia de un par de personas. Así surgió Cero golpes, en 2014, una guía para madres, padres y cuidadores, un esfuerzo por hacer de las experiencias terribles de las que fui testigo, una posibilidad para la crianza positiva y bien tratante que desde entonces ha servido como fuente de sensibilización a la sociedad, como sustento para reformar el marco jurídico del Estado de Guanajuato y prohibir el castigo corporal, un texto que ha llegado lejos en un momento socio histórico donde el marco jurídico mexicano exige el respeto a la dignidad de niñas, niños y adolescentes.
Escribo los últimos renglones de esta colaboración justo cuando la Cámara de Diputados del H. Congreso de Unión acaba de aprobar las reformas a la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y el Código Civil Federal para prohibir el castigo corporal y humillante. Falta que el Ejecutivo Federal promulgue la reforma para su publicación en el Diario Oficial de la Federación para que el “nunca pegar, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia”, promovido desde hace muchos años por este servidor, sea ley en todo México.
Hace dos décadas era difícil encontrar aliados y eco al llamado de nunca pegar, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia. Hoy será ley. Sí, sabemos que las leyes no cambian las prácticas de crianza, pero sí marcan los límites del despliegue parental. Y esto será un muy buen piso para cambiar el paradigma de los malos tratos por uno de buenos tratos.