Árbol de Navidad
Ayer, tres de diciembre, en muchas partes del mundo se celebró la ceremonia del encendido del árbol de Navidad. Sucedió, como cada primer fin se semana de diciembre, que en Manhantan, en el Rockefeller Center; en Washington, D:C., en la Casa Blanca, en el Palacio de Buckinham, en el de Alcañices en Madrid, en Helsinki —donde dicen que inició la tradición en 1800— en la Ciudad de México y en tantas plazas públicas alrededor del mundo. A mí me tocó presenciar el acontecimiento en San Miguel de Allende.
Además de ver como se iluminó el árbol con lucecitas y una fiesta de fuegos artificiales que llenaron el cielo nocturno de colores, daba la impresión de que había más estrellas, de que las esferas habían decidido salir a volar para colgarse de algún gancho en el firmamento. Se arranca la temporada navideña y con ella una parafernalia dicotómica: por un lado comienza la carrera consumista de la compra de regalos y por el otro se detona la generosidad de pensar en el otro, de regalar algo teniendo en la mente qué podrá ser de su gusto.
Anteriormente, se elegía el 8 de diciembre para colocar el árbol de Navidad en las casas, para conmemorar la fiesta de la Inmaculada Concepción de María y la tradición marcaba que la decoración navideña se quedaría ahí hasta pasado el seis de enero, fiesta de la Epifanía en la que los Reyes Magos llegarían de Oriente a traer regalos a los niños que se portan bien y carbón a los que se pasaron de la raya con las travesuras. Si lo pienso bien, no he conocido a nadie a quien le hayan dejado eso en el zapato, lo cual nos da esperanza, quiere decir que en el mundo, los niños siguen siendo buenos.
El árbol de Navidad tiene múltiples significados. Por ejemplo, para los cristianos, es un signo que representa el bien y del mal; rememora al árbol que estaba en el centro del Jardín del Eden del que brotaba el fruto prohibido del que comieron Adán y Eva que trajo como consecuencia el Pecado Original. Es el árbol de la vida, ya es fuerte, verde y no se desprende de sus hojas. Al colocar el árbol en Navidad, se simboliza la alegría por el nacimiento de Cristo, que vino redimir del pecado original. Es un significado dual: recuerda la condena y la redención.
El origen del árbol de Navidad se remonta a la primera comunidad de cristianos que partieron de Jerusalén evangelizando y llegaron al norte de Europa. Los evangelizadores peregrinos atestiguaron como aquellos pueblos del norte festejaban el nacimiento del rey del Sol y la fertilidad, es decir, el nacimiento de Frey. Ésta fiesta se realizaba con el ornamentando un fresno. Se celebraba el solsticio de invierno y la fecha parecía coincidir con la celebración del nacimiento del Niño Jesús. En estas civilizaciones, se buscaba dar una escenificación del universo, lo interpretaban mediante éste árbol, al que llamaban Yggdrasil. La copa del árbol o Asgard era donde habitaban los dioses y donde se encontraba el Valhalla que era la morada del dios Odín.
En otros pueblos paganos de la antigüedad, esta época se veía como el día del nacimiento de la deidad asociada con el dios del sol. La reina Semiramis en concordancia con Nemrod y sus seguidores sostenían que el 25 de diciembre, un árbol siempre verde brotaría durante la noche de un tocón seco en Babilonia, y que Nemrod volvería secretamente todos los años a la misma hora para dejar presentes en el árbol. Son muchas las versiones asociadas al árbol navideño y hay tantos mitos y leyendas, así como cuentos y relatos alrededor de esta tradición que alegra el corazón.
El árbol de Navidad se ha convertido en un signo de esperanza ecuménico. Se enciende en Belén y en países que siguen tradiciones distintas a la cristiana. Su significado a trascendido las diferencias y me parece que el Niño en el pesebre se debe sentir complacido. Esta época, además de todos los elementos externos, propicia también la reflexión, la intención de paz, de unión, de agradecimiento y de fortaleza. Esta época navideña prescede a otra que fue muy dura, en la que estuvimos rodeados de enfermedad, miedo, distancia y muerte. Y, aunque el mundo aún no puede cantar victoria, ya hay razones para dejar que la esperanza aflore.