México bajo la nieve
Cada vez que en la Ciudad de México nos acercamos a los 0 grados, se recuerda esa historia. Una historia que este gélido fin de semana explotó como nunca antes en redes sociales: la de la nevada que cubrió la capital entre el 10 y el 11 de enero de 1967.
EL UNIVERSAL documentó el suceso con fotografías alucinantes. Bellas Artes, El Ángel de la Independencia, la Diana Cazadora tiritando estoicos bajo los copos de nieve.
Había comenzado a llover con fuerza desde el lunes 9 de enero. Una onda fría que venía del norte puso a temblar a los capitalinos desde la noche del martes 10. Las zonas altas del Ajusco fueron las primeras en blanquearse. Hacia la medianoche, la nevada bajó por Reforma con dirección al Centro.
Fue inicialmente imperceptible. De pronto, contra las luces del alumbrado público y los fanales de los automóviles se apreció la caída de los primeros copos. "En las ventanas de las casas —reportó Excélsior—, miles de niños y adultos pegaban la cara a los cristales para ver la caída de la nieve".
La Ciudad de los Palacios amaneció cubierta por una capa blanca de más de cinco centímetros de espesor. El agua de las fuentes se había congelado. Los grandes edificios habían sido cubiertos por la nieve. Los coches tenían los cofres y los capacetes colmados de hielo.
"Toda la ciudad estaba blanca. Hacíamos muñecos de nieve, nos la aventábamos, y todos estaban contentos y sorprendidos", recordó ayer, en un mensaje de WhatsApp, el maestro José Luis Martínez S.
Se lee en la edición correspondiente de EL UNIVERSAL: "Se advertía claramente la alegría en los rostros de todas las personas ante la magnificencia del espectáculo".
No había nevado de ese modo en décadas. 60 años atrás, el lunes 11 de febrero de 1907, cuando don Porfirio estaba por inaugurar el Palacio Postal y Bellas Artes se hallaba todavía a medio hacer, la Ciudad de México amaneció convertida en una ciudad rusa.
"En todas las partes del mundo donde este fenómeno meteorológico es común, la nieve hace que las gentes se encierren en sus casas, al abrigo de las estufas y chimeneas", escribía un anónimo redactor de El Mundo Ilustrado. "Entre nosotros, como el espectáculo era de extraña novedad, a las noticias de que caía nieve en abundancia todo el mundo procuró presenciar el fenómeno y desde temprano se notaba en las calles gran animación".
El espectáculo era de una belleza insólita: los edificios "parecían ilustraciones de un cuento de navidad. "Las azoteas, torres, cornisas y molduras se adornaron de blancos encajes y en los lugares donde hay árboles como el Zócalo y la Alameda se observaban entre las ramas y las hojas delicadas filigranas de plata".
La American Photo Supply acababa de abrir sus puertas. En la ciudad había no pocos aficionados a la fotografía. Muchos de ellos salieron en carruajes a tomar vistas de Chapultepec, con sus árboles inacabables teñidos de blanco, y otros lugares cercanos. Un grupo de estudiantes hizo en la Alameda la escultura de hielo de una mujer ataviada con un largo y elegante vestido blanco.
El gran cronista del momento, Ángel de Campo, publicó en El Imparcial una crónica titulada: "Está nevando". De Campo recorrió, a bordo de un tranvía, la ciudad cubierta "por un velo nupcial". Descubrió la distinción que le daba la nieve a los edificios; entrevió, en las peripecias y desventuras que la nevada llevaba a la gente, nuestra escasa "educación meteorológica", y se sorprendió porque el precavido que nunca falta metía hielo en costales… ¡para venderlo bajo la forma de nieve de sabores!
60 años más tarde, en 1967, no todo fue alegría. Se desbordó el Río de los Remedios y, cruel ironía, los habitantes de la colonia Progreso Nacional, así como de otras 11 en las que no existía aún el desagüe, tuvieron que ser desalojados. Más de seis mil personas quedaron atrapadas a merced de la helada en carreteras cercanas al Distrito Federal: muchas de ellas tuvieron que ser atendidas horas más tarde por las Cruces Roja y Verde.
En muchas colonias se fue la luz y se interrumpió el servicio telefónico. Los trenes sufrieron retrasos. El aeropuerto se paralizó. Muchas líneas telegráficas cayeron a consecuencia de la nevada.
Automovilistas que habían ido a recoger nieve y hacer figuras a los caminos de Toluca, Puebla y Cuernavaca, sufrieron desperfectos "y se convirtieron en víctimas". "Su curiosidad resultó un estorbo para el trabajo de las máquinas motoconformadoras que trataban de liberar los caminos", se lee en El Informador.
Esa noche hubo en la Ciudad de México más de 20 choques y 41 muertos. Algunos perdieron la vida en accidentes de tránsito, otros murieron de frío o por intoxicación de monóxido de carbono a consecuencia de los anafres con que querían calentar sus habitaciones.
En la México-Cuernavaca un joven se divertía lanzando bolas de nieve contra los autos. Un conductor se molestó y lo mató a tiros. En calles de la ciudad, hubo "gran número de incidentes que provocaron riñas entre varias personas". Algunos conflictos fueron suscitados por niños que en la calle lanzaban proyectiles de nieve contra los cristales de las ventanas.
Yo no recuerdo nada. Pero cada que oigo que hablar de la nevada de 1967, no sé por qué, empiezo a estornudar.
Más columnas
Suspensión provisional Fidesseg: El miniamparo que ganaron los empresarios
...los empresarios no se van limpios en la resolución
Rosario Corona: Es ilegal que el gobierno pague liquidaciones en fundaciones