Sábado, 11 Enero, 2025

9 ℃ Guanajuato

Clero y PAN: 35 años de amasiato

Opinión

Eliazar Velázquez Benavídez

En 1994, mientras en el sur de México el obispo don Samuel Ruiz y la diócesis de San Cristóbal de la Casas, realizaban labores de mediación entre el gobierno federal, encabezado por Ernesto Zedillo, y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, confirmando la autoridad moral ganada por esa estructura eclesiástica frente a las comunidades indígenas de Chiapas, luego de años de promover la defensa de sus derechos y cultura.

Por esas mismas fechas, en Guanajuato, el mismo clero católico, pero en sus vertientes conservadoras dominantes en esta parte del centro del país, hacía poco que había encontrado en la asunción al poder del panista Carlos Medina Plascencia, una vía idónea para iniciar una etapa de abierta y fructífera complicidad con el poder civil, completando así la triada política-religión-dinero, que desde entonces tiene en sus manos al estado, pues a partir de ese interinato, los empresarios ya no solo influirían en las decisiones de los funcionarios, sino abiertamente tomaban por asalto las instituciones púbicas, proceso que luego se iría consolidando con el pronto arribo a la gubernatura de Vicente Fox.

Mientras allá en el sur del país daba frutos la labor que por años realizaron obispos, sacerdotes y monjas, sensibilizados por las injusticias, la desigualdad y la pobreza, acá en nuestra entidad, como nunca antes durante ese siglo XX, la jerarquía católica se instalaba plácidamente en la nueva circunstancia estatal donde para su beneplácito los poderes serían controlados por quienes comparten con la iglesia, entre otros referentes históricos legitimadores, la concepción de los cristeros como mártires, esos soldados de Cristo que, ya terminado el conflicto con Plutarco Elias Calles, en la década agrarista de los treintas, hicieron funciones de guardias armados de los terratenientes criollos y gachupines.

Pronto comenzaron a verse los mutuos beneficios de esa abierta cercanía entre Medina Plasencia y los jerarcas católicos: solo recuérdese como en ese interinato comenzaron a construirse gran cantidad de capillas en localidades rurales, los recursos provenían de un fideicomiso llamado Fider. Para justificar esa inversión de dinero público, el gasto se enmarcó en la estrategia de desarrollo rural desplegada a partir de los denominados polos de desarrollo. Aunque para que no sonara tan clerical, a esas obras se les denominaba: centros comunitarios. Pero ese es solo un ejemplo mínimo, a la vuelta de los años, esa cercanía incluiría la obstaculización de la impartición de justicia frente a presuntos delitos cometidos por sacerdotes. Revísese por ejemplo, lo sucedido con Miguel Márquez, el ex seminarista que no perdía ocasión de mostrar su apego a las hostias, al mismo tiempo que en su gobierno crecía a sus anchas el huachicol.

Sin embargo, la iglesia católica ha retribuido muy bien ese amasiato: el proselitismo a favor del partido conservador ha ido de las formas más sutiles y estructurales, hasta las más abiertas, lo mismo propició en plena temporada electoral del 2012 la visita a León del papa Benedicto XVI, o volvió costumbre invocar en la homilías el cielo azul para inducir el voto, excesos proselitistas que solo comenzaron a limitarse cuando la legislación electoral incorporó prohibiciones precisas para los ministros de culto.

Quienes hemos vivido aquí en el estado de Guanajuato y a principios de los noventa éramos jóvenes, somos testigos de cómo en estos más de cinco sexenios de hegemonía del PAN, la iglesia católica ha sido un factor clave en el fortalecimiento de una mentalidad social autocomplaciente y domesticada que ha permitido grandes márgenes de impunidad al poder político. Igualmente, ha sido un instrumento muy eficaz para masificar y enraizar los valores del conservadurismo. Su tentación de intervenir en la política es tan obvia, como igualmente sus movimientos de piezas en ese tablero, por ejemplo, la multitudinaria procesión anual de jóvenes al santuario de Cristo Rey, además de pretender mostrar musculo, está plagada de guiños de la derecha respecto a múltiples temas, entre ellos el aborto, la diversidad sexual o la educación.

El PAN y la iglesia católica en Guanajuato han sido tan cercanos, que casualmente también son parecidos algunos de los elementos de la crisis que los envuelve: los mismos panistas reconocen que el partido esta envejecido y ha debilitado severamente sus conexiones con los ímpetus del México contemporáneo. En sus graneros de votos tradicionales como León, ahora hasta en los suburbios los jóvenes han comenzado a demarcarse de las inercias políticas de sus mayores.

Por su parte, la iglesia católica también se encontró al amanecer a este siglo XXI con realidades que hacen frágiles muchos de los pilares y mitos fundacionales en los que ha sostenido su poder en este lado del mundo. Tan solo obsérvese la severa disminución de “vocaciones’, ya es común oír al final de las misas una apremiante imploración para que nuevos prospectos nutran sus seminarios.

En estos días, desde los barrios del Bajío, hasta las localidades en los cerros de Acámbaro o Atarjea, se escucharán en templos y calles referencias a los pobres, a los feminicidios, a la violencia incontrolable, al nudo en la garganta de los migrantes, a los riesgos del periodismo, a los jóvenes atrapados en las adicciones; pero eso en boca de obispos como el finado don Samuel Ruiz tendría una carga de compromiso genuino, sin embargo, eso mismo dicho por el clero que se ocupa del territorio guanajuatense no pasará de ser solo expresiones del momento diluidas en el sopor de la multitud en procesión.

Y es que los hechos muestran que los jerarcas y ministros de la iglesia católica de nuestro estado, en su inmensa mayoría, hicieron una gran labor, pero para beneficio de las élites política y empresariales, normalizando entre la gente vivir sin chistar, como reza la oración, en un “valle de lágrimas”.

Durante los 35 años que lleva el PAN gobernando Guanajuato, el clero solo ha convocado a orar y a resignarse ante las atrocidades, la corrupción y los atropellos del poder.

Temas

  • Divisadero
Te recomendamos leer