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Descuido virtual

Opinión

Juana Adriana Rocha

Giovanni Appendini, presidente de la Comisión de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción, conduce su vehículo como si estuviera en un rally y no en plena sesión de trabajo. La evidencia la podemos encontrar en YouTube, en el video del sexto encuentro que el organismo sostuvo, en el mes de agosto.

Su compañera, Juana López Ayala, también participa desde su auto, conectándose sólo en aquellos momentos en que se le solicita.

Así es como un organismo tan importante delibera temas de vital importancia para el estado.

Después del encierro al que obligó la pandemia por Covid 19 en 2020, surgió la llamada ‘nueva normalidad’. Las reuniones a través de aplicaciones como Zoom o Teams, fueron la mejor alternativa para sostener las actividades en las instancias gubernamentales y educativas.

Sin embargo, a cuatro años de la crisis, cabe preguntarse qué dinámicas continúan siendo válidas, qué tanto vale la pena darle prioridad a la practicidad sobre la seriedad y verdadera eficacia de los encuentros y discusiones cara a cara.

Es preocupante que decisiones que afectan a la  población de todo un estado se tomen mientras los funcionarios a cargo de ellas pretendan, sin éxito, ser ‘multitask’.

Nueva normalidad

‘Nueva normalidad’ es un concepto que escuchamos hasta el hartazgo. Al uso de cubrebocas, gel antibacterial, la ‘sana distancia’ y otras tantas dinámicas que alteraron nuestra vida a niveles inhumanos (porque nos alejaron incluso de los seres queridos), se sumaron prácticas, necesarias en su momento, para mantenernos activos en nuestro trabajo, pero a salvo.

Con el paso de los meses, empresas e instituciones descubrieron las ventajas del ‘home office’, la productividad no está peleada con el hecho de no estar presente en una oficina, incluso puede mejorar y hasta ahorrar recursos.

Pero… todo tiene un ‘pero’. Hay cuestiones que se escapan, hay situaciones en que la interacción es indispensable, básica.

En mayo de 2020 el Congreso del Estado de Guanajuato discutió la despenalización del aborto a través de videoconferencias. El resultado, negativo, era el esperado, pero la logística dio oportunas armas a la fracción de los entonces diputados y diputadas panistas.

Durante las intervenciones de legisladores, activistas, académicos y demás expertos que apoyaban la interrupción del embarazo, se presentaron ‘sorpresivas’ fallas en la conexión a Internet. Los argumentos de la parte a favor de las dos vidas, milagrosamente, no sufrieron tales percances.

La propuesta fue archivada hace cuatro años, y a la fecha, cuando ya ha podido plantearse y discutirse cara a cara, sigue en ‘stand by’. La gran diferencia, es que en 2020 la bancada del PAN supo aprovechar el bache tecnológico para neutralizar a la oposición.

En el hipotético caso en que la pandemia no hubiera intervenido, el escenario no sería distinto. Pero este lamentable episodio nos revela que las deliberaciones a distancia pueden ser manipuladas y desestimadas según intereses de grupos que aventajan en cuestión de

poder.

Fantasmas

Alumnos durmiendo la siesta o diciendo imprudencias, funcionarios públicos en situaciones privadas o incómodas, niños y mascotas irrumpiendo en momentos cruciales, se viralizaron en 2020.  Momentos que nos causaron gracia, que se sumaron a la colección de incontables memes que dejó la pandemia.

Sí, las risas no faltaron, pero enfrentar las consecuencias de todo aquello que se gestionó a distancia nos genera ahora el efecto contrario.

En una videollamada podemos desactivar la cámara, el micrófono, y hacer mientras tanto cualquier cosa que no tenga que ver con nuestro trabajo. Podemos estar presentes a través de un avatar, convertirnos en fantasmas.

Pero esta modalidad de trabajar a distancia alcanzó niveles de descaro injustificables. El caso de la Comisión de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción es prueba de ello.

El mensaje que envían los funcionarios como Giovanni Appendini, que atienden sus labores mientras resuelven otras cuestiones, tal vez de índole personal, es claro: mi papel en este organismo no es prioritario.

No debemos minimizar ni pasar por alto este tipo de conductas. Es necesario replantear los resultados de las reuniones a distancia cuando abordan puntos cuyo tratamiento exige el cien por ciento de la atención de los involucrados.

Es evidente que la interacción física requiere un mayor compromiso, proporcional a la misión de las dependencias empeñadas, por comodidad, ya no por necesidad, en sostener encuentros virtuales.

De nueva cuenta nos topamos con otro ejemplo de que la tecnología no siempre es nuestra mejor aliada.

LO SUPERFLUO: La tecnología acorta distancias, trámites, mejora la conectividad y nos evita engorrosos procesos.

LO PROFUNDO: Siempre habrá temas que exigen una discusión cara a cara, porque el factor humano sobrepasa cualquier avance tecnológico.
 


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