Papás helicóptero
La expresión que da título al presente editorial se ha popularizada en las últimas décadas, y hay quien podría pensar que hablamos de un concepto que describe un fenómeno reciente.
Pero vamos por pasos. ¿Qué son los “padres-helicóptero”? Así se les llama a papás y mamás que practican un estilo de crianza sobreprotector, que sobrevuelan sobre sus hijas o hijos como si fueran un helicóptero. ¿Para qué? Para evitar que algo malo les pase. Y, en esa intención, sin dudas legítima y bien intencionada, terminan facilitándoles o haciendo las cosas por ellas o ellos. Les acompañan a todas partes aun siendo adolescentes, o jóvenes, o adultos jóvenes para ayudarles con sus asuntos.
Este es un fenómeno que no apareció de un día para otro, sino que fue creciendo a través del tiempo. Y “padres-helicóptero”, concepto que hoy se utiliza para describirlo, surgió antes de que yo, que tengo cincuenta años de edad, hubiera nacido. Surgió en 1969.
La periodista Eva Millet relata ese dato histórico en su libro Hiperpaternidad (2016): “Mi madre sobrevuela por encima de mí como un helicóptero”, se lamentaba un adolescente estadounidense en la consulta del psicólogo infantil Haim G. Ginnot. “La descripción llamó atención del especialista –cuenta Millet–, quien también era pedagogo, y la recogió en su libro Between parent and teenager, un superventas publicado, precisamente, en 1969”.
Ginnot debió ser uno de esos psicólogos y pedagogos que no sólo oye por superficialmente a las y los menores de edad, sino que los escucha a profundidad y logra ver que en sus expresiones –generalmente cortas, pero precisamente por cortas, contundentes y cargadas de sentido– existe información de alto contenido.
La autora de Hiperpaternidad, relata que el término fue rescatado a principios de este siglo, cuando los responsables de las universidades estadounidenses se toparon con los padres de los niños de la generación llamada milenio (la de los nacidos entre 1985 y 1994), dichos progenitores, pertenecientes a su vez a la generación del baby boom estadounidense, se caracterizaban por velar al máximo por los intereses de sus hijos, aunque estos fueran ya universitarios: los despertaban por las mañanas les preparaban el desayuno, los acompañaban a todas partes, estaban contantemente conectados con ellos mediante el móvil… Eran, asimismo, capaces de discutir acaloradamente con los maestros por cualquier calificación que consideraran inadecuada. También detectó otra práctica hasta entonces inaudita: los padres exigían estar presentes en las entrevistas de acceso a la universidad de sus hijos.
Más allá del riesgo de generalizar a las generaciones con expresiones como baby boom, milenio, etcétera, lo que sí se observa hoy, y no sólo en Estados Unidos de América, es que, en no pocas familias, las suficientes como para que las personas investigadoras lo suban a su agenda, el “padre/madre-helicóptero” es una realidad que ha llevado a popularizar el concepto.
Se trata de padres/madres con familias donde los satisfactores básicos están más que cubiertos, con uno o dos hijas o hijos, donde generalmente la mamá –más que el papá– se dedica a la crianza y al trabajo doméstico de manera exclusiva, que pueden dedicar tiempo para capacitarse en temas de crianza.
Los estudios en parentalidad y familia no recomiendan el estilo sobre protector, claro está, pues sus consecuencias no potencian el sano desarrollo, sino que contribuyen a la inseguridad, desconfianza, falta de autonomía, responsabilidad, tolerancia a la frustración y un largo etcétera, pues hacer de la niña o niño “el astro rey alrededor del cual orbitan sus padres, dispuestos a darle, sencillamente, lo mejor y lo máximo y a evitarle contratiempos y sufrimientos, a tenerlo entre algodones al precio que sea”, como dice Millet, no le prepara para la autonomía, sino que se la obstaculizan.
No es que estas madres y padres deseen perjudicar a sus hijas o hijos al hacerla de helicóptero, es que tener uno o dos solamente, permite estar más atentos a su desarrollo y más temerosos de que algo grave o hasta letal pueda ocurrirles (lo cual no es paranoia total sino una posibilidad ante los altos montos de violencia en nuestro país). Es que dedicarse sólo a su crianza y hasta estudiar sobre esta pone sobre los hombros una presión muy alta en cuanto a desempeño parental se refiere, entonces hay que estar siempre en primera línea. No es que no quieran que sus crías crezcan, es que en ocasiones no existe la capacidad para manejar los propios temores o no existen proyectos personales dónde poner la energía cuando las hijas o hijos crecen y empiezan a volar.
No seamos helicóptero –la metáfora está buena, pero no somos máquinas, dicho sea de paso–. Basta, desde el inicio de la crianza, con ser mamá/papá, simplemente; una función humana, por lo tanto, falible, al mismo tiempo que reparable.
Gaudencio Rodríguez Juárez
Psicólogo / [email protected]