Victoria: homicidio exhibe vacio de autoridad…
Al comenzar la noche del sábado 23 de septiembre en la cabecera municipal de Victoria, todo parecía normal: en las inmediaciones de la iglesia llegaban los eloteros y en otro punto se escuchaba el rumor de una fiesta familiar; pero al transcurrir las horas emergió esa capa de la realidad que tanto duele. Avanzada la oscuridad, en el libramiento que circunda este poblado de 2 mil 800 habitantes, una vez más, los arrancones y los trompos (esa práctica que se ha vuelto frecuente en varios rumbos de la localidad) se realizaban a contra ley.
El alcalde Juan Diego Ramírez, cuyo domicilio se ubica a tan sólo cinco minutos en automóvil del lugar, hubiera podido tomar el teléfono para ordenar a la Dirección de Seguridad Pública una inspección en el sitio en donde, como se sabe hoy, algunos vehículos violaban las reglas de tránsito y ponían en peligro la vida de otras personas. Lo que en las siguientes horas sucedería hubiera tomado otro derrotero; pero no lo hizo. Tampoco acudió el director de Seguridad, Mario Ramírez Alfaro Policía Primero de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE). Mucho menos se preocupó de lo que acontecía el regidor presidente de la Comisión de seguridad Pública, Tránsito y Movilidad, Francisco Daniel Cornejo, ni otro edil miembro de esa instancia, Artemio Casas González, a pesar de que sus domicilios se ubican a corta distancia del lugar de los hechos.
Aunque ese desorden vial duró un lapso considerable, tampoco ninguna patrulla, ni por casualidad, pasó por el libramiento donde al salirse de control su propio ambiente, un grupo de personas forcejeaban y discutían (en su mayoría jóvenes, algunos vestían camisa y sombrero, otros playera). En el suelo se observaba una mancha de sangre. Todo sucedía en el acotamiento junto a dos vehículos, casi frente a una gasolinera en construcción. El intercambio de palabras se daba en una atmósfera alcoholizada. Un hombre de mediana edad se puso al volante de una camioneta roja.
Pero esta solo fue una de las múltiples escenas que iban fraguando un desenlace trágico, porque el torrente oscuro de esa trama siguió tejiéndose en ese pequeño poblado al amparo de la noche. Varios eslabones continúan confusos y tendrá que ser, la Fiscalía General del Estado, la que arme el rompecabezas, lo cierto es que favorecida por el vacío de autoridad, la muerte tuvo las manos libres.
Como parte de la misma secuencia, en un momento posterior a los hechos del libramiento, a la altura del kilómetro 3 de la carretera Victoria-Milpillas ya entrada la madrugada del domingo, junto a un alambrado sostenido en troncos que separa la vialidad de una zona de mezquites (al lado de unas paredes de bloc y un portón negro) se escuchó el estruendo de un cuerpo arrollado por un vehículo que, de inmediato, huyó a toda velocidad rumbo a la cabecera municipal. Como una silueta apenas perceptible por la espesa oscuridad y entre gritos de quienes observaban, sobre todo los de una joven mujer, quedó el cuerpo de un hombre.
Fue hasta las 12:50 de la madrugada, al timbrar la línea de emergencia 911, que la policía se dio por enterada de los graves acontecimientos en el poblado, a pesar de que transcurrían casi frente a sus ojos, en un radio no mayor a 3 kilómetros de la comandancia, a escasos diez minutos de distancia. Solo que para entonces, el reporte ya hablaba de una persona sin vida. Pronto se sabría que se trataba del profesor Víctor Hugo Reséndiz originario de Milpillas y director del SABES, el mismo que había abordado en el libramiento una camioneta roja. En su escueta información oficial, el gobierno municipal de inmediato encuadró el suceso como “una riña”, dándole un manejo rutinario, sin embargo, en las siguientes horas la propia población se encargó de mostrar que el homicidio había tocado fibras sociales muy sensibles, y complejas, que solo quienes viven dentro de ese territorio podrían discernir con certeza.
El funeral del docente, que en la zona gozaba de reputación por su labor educativa, desató una amplia movilización de estudiantes, bandas de guerra, profesores y familias de su comunidad. El reconocido poeta huapanguero Tobías Hernández al ritmo de la “música de camarín” en versos que cantó junto a su ataúd, invocó el sentimiento imperante: “Antier domingo vi y me enteré/ de este suceso tan doloroso/no era de creerse fue algo asombroso/y de inmediato me preocupé…”.
Alcalde: omisiones mortales…
El ambiente de impunidad en Victoria tiene años incubándose, ya en las administraciones del ex alcalde y actual delegado regional de la SEG, Teodoro Montes Estrada, se observaba una actitud timorata de no tocar al mundo delincuencial. La misma postura terminó asumiendo Berenice, su hermana, que lo sucedió en el cargo y actualmente es diputada federal. A pesar de que en últimos meses ha ido escalando la gravedad de este tema, el ayuntamiento que encabeza Juan Diego Ramírez no lo ha llevado a su agenda de prioridades. Para esta columna se pudo saber que los elementos policiacos no han recibido indicaciones de implementar acciones extraordinarias.
Con esos precedentes a nadie extrañó la negligencia de las autoridades aquella noche del sábado 23 de septiembre. Entre los pobladores se relata que los arrancones han llegado a tal grado de impunidad que, hace meses, cuando un ciudadano documentó en video cómo una camioneta hacía piruetas al interior del auditorio municipal, ahí donde se resguarda parte fundamental del acervo del archivo histórico, no pasó nada. Con fanfarronería, el piloto, de una camioneta ostentosa, se quiso sentir actor de película gringa en el sitio donde decenas de cajas silenciosas, contienen la memoria documental de un pueblo que antaño vivía en paz.
También es frecuente que en esa población se escuchen detonaciones de armas y que, gente a deshoras, perturbe la tranquilidad del pueblo en vehículos con música a todo volumen. Todos miran, aunque también todos callan. La violencia ha crecido exponencialmente. Las adicciones y la venta de drogas también, sobre todo el consumo de “cristal”. En conversaciones con algunos habitantes aparecen referencias de posibles redes relacionadas con la trata de blancas.
Un día antes de esa tragedia que enlutó al poblado, Juan Diego Ramírez, había dado su segundo informe, lo acompañó Libia García Muñoz Ledo. Pero ante este panorama de dolor, pierden toda relevancia los caminos, los tinacos, las calles asfaltadas, porque ahora, en su rendición de cuentas, frente a sí mismo, deberá asumir que sus omisiones en materia de seguridad ya están cobrando vidas.