Lunes, 27 Enero, 2025

11 ℃ Guanajuato

Hacia un diálogo sin ira

Opinión

Tomás Bustos Muñoz

Los seres humanos tenemos la innata necesidad de comunicarnos, pero el conflicto comienza cuando no es la justicia la finalidad de los dialogantes, sino la pretensión de someter a la otra parte e imponerle nuestro punto de vista y las consecuencias que de ello deriven; regularmente ponerlo bajo condiciones que nosotros mismos no aceptaríamos.

Es cierto que debatir sin ira es complicado, pero habremos de evolucionar en esa dirección, para crear condiciones crecientes de vida feliz.

Avanzar en dirección a una sociedad menos desigual, es una meta factible. Pretender eliminar la desigualdad es por ahora un buen deseo; pero es posible, alcanzar niveles mayores de bienestar y acceder a una paz con justicia, en una sociedad donde se elimine el hambre y las expectativas de la desnutrición; se garantice el acceso a la posibilidad de lograr el potencial cognositivo; donde el área afectiva encuentre la atención que merece para buscar con solidez, la paz social, fincada no solamente en el argumento, sino sustentándola en el afecto y  en la determinación de encontrar las razones del corazón, para que sean barrera  contra la discriminación y la injusticia.

La fuerza, debe ser impulso para vencer los obstáculos que impiden acceder a la justicia; la fuerza al servicio del derecho, debe humanizar las posibilidades del más fuerte para hacer el bien.

La transformación de una sociedad hacia el bien social, debe llevar el impulso de una población concienciada de la necesidad de valorar suficientemente la paz, para alcanzar la felicidad factible, en medio de brevedad de la vida.

La población debe aspirar a la justa satisfacción, de legar un mundo más justo a la próxima generación y estar satisfecho de heredar condiciones mejores, para el desarrollo de la generación que procreó.

Lo anterior sólo es posible en la medida que seamos capaces de contener la ira y la codicia para centrar la energía en hacernos mejores, esforzándonos por legar un ambiente donde la felicidad sea factible; donde disfrutar de los bienes de la vida, sea factible para todos aquellos que luchen por ella y seamos capaces de eliminar la ira y la codicia, como faltas capitales de quienes lideran la sociedad.

Autolimitar nuestras pasiones y desprendernos del egoísmo, es necesario para avanzar a una sociedad más justa, en la que se tome conciencia de que a todos nos hiere la injusticia y nos duele compartir la miseria con los seres que amamos. Mejor aún si nos condolemos del hambre y la marginación de quienes pasan a nuestro lado implorando el auxilio para mitigar el hambre.

Discriminar a quienes llevan el pesado fardo de la pobreza y mas aún de aquellos a quienes lastima la pobreza extrema, es falta imperdonable que hiere nuestra condición de seres humanos.

Cuanto dolor provoca la ira convertida en crueldad en nuestros días; sevicia que no solo practican los ciudadanos, sino los gobiernos que debieran buscar el bienestar de sus congéneres. ¿Acaso los perseguidos, los lanzados de sus países en busca de casa, vestido sustento y paz, no merecen vivir con dignidad?

Y, qué decir de nuestros pueblos empobrecidos y de las generaciones de niñas y niños ayunos de afecto y alimento para desarrollarse plenamente. Muchos de ellos, víctimas de la ira incontenida, producto de falta de opciones para mitigar el sufrimiento de miles de madres de familia, que angustiadas ven cómo se sumen sus vástagos en la adicción y los pierden por causa de quienes encuentran en la debilidad provocada por el hambre, una oportunidad de sustento, apoyando la opción de muerte.

Volver más justa la sociedad, es deber de todos. Mucho podemos hacer, si dejamos la abulia y rescatamos las instituciones que deben organizar una cruzada para que la paz interior trueque la ira y la avaricia, por solidaridad.

Temas

  • Reflexión ciudadana
Te recomendamos leer